El chico de los dibujos

Hoy me acordé de los cerezos que me pintaste una vez.

Me acordé de lo lindo que fue querer(nos).

Vos, que apareciste cuando menos lo esperé. Con tus mates amargos y tu poesía, para enseñarme que se podía querer bien.

Me enseñaste que alguien podía mirarme como yo solía ver. Que yo también podía inspirar versos.

Que lindo cuando se quiere así, como quienes se miran con un brillo en los ojos que habla por si solo. Como quienes se dedicaron canciones antes de besarse porque no se animaban a decir en voz alta lo que el otro les hacía sentir.

Antes de empezar nuestra historia nos aterramos, casi que nos alejamos. Recuerdo que éramos los únicos locos tomando mate al lado del río en un día nublado. Nos despedimos, con miedo, con heridas que guardábamos del pasado.

Yo sentí que lo lindo me había durado muy poco y empecé a caminar para aliviar el nudo que sentía en el pecho. Sin esperarlo, habiendo ido para el lado contrario, vos doblaste en la esquina por donde yo iba. Como si el universo quisiera que no nos despidamos. Cómo si estuviéramos destinados a encontrarnos.

Compramos unos puchos y hablamos con más tranquilidad. Me contaste de esas heridas que te hacían querer irte corriendo, pero me dijiste que en realidad querías quedarte. Yo te conté de mi fascinación por arriesgarme y entregarme, sin miedo a que las cosas salieran mal.

Después nos quisimos. Entre música y poesía. Entre canciones de jazz en la cocina. Entre risas y silencios. Entre mates amargos que endulzaba tu sonrisa.

Soy fiel amante del invierno, pero vos fuiste mi verano preferido.

Deja un comentario